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¿Por qué es importante que los estudiantes aprendan la importancia de la ecología y la sostenibilidad en el colegio?


Lima, junio de 2025. Es fundamental reflexionar sobre el rol de las escuelas en la formación de ciudadanos comprometidos con el cuidado del planeta. En un contexto marcado por el cambio climático y la acelerada pérdida de biodiversidad, enseñar sostenibilidad ya no debería ser una opción, sino una prioridad. Sin embargo, menos del 10 % de las instituciones educativas en el Perú integran prácticas ambientales concretas en su enseñanza, según datos del Ministerio de Educación.


Para Max Carbajal Alva, asesor de Ciencia y Tecnología del Colegio de la Inmaculada  y especialista en Desarrollo Ambiental de la PUCP, involucrar a los estudiantes en proyectos ecológicos como el manejo de huertos, el reciclaje o el cuidado de animales no solo fortalece sus conocimientos científicos, sino que también desarrolla habilidades sociales, pensamiento crítico y una mayor conciencia sobre su rol como ciudadanos.


“No se trata solo de transmitir teoría. Muchas de estas prácticas pueden incorporarse fácilmente en la rutina escolar. Cuando los estudiantes tienen una experiencia vivencial, como cuidar y cosechar un huerto, no solo aprenden, sino que comprenden el valor de proteger su entorno y hacerlo en comunidad”, explica el especialista.


En ese sentido, el asesor destaca algunos beneficios de integrar estos valores en las escuelas y cómo favorecen tanto la sensibilización ambiental de los estudiantes como su formación académica y social:


Aplicar conocimientos con sentido real. Los biohuertos escolares son una herramienta valiosa para que los estudiantes conecten lo que aprenden en clase con situaciones concretas. A través de ellos, pueden comprender mejor temas como el ciclo de vida de las plantas, el uso responsable del agua, la nutrición y el impacto ambiental de los sistemas productivos.


El especialista indica que estas prácticas se integran en cursos como Biología y Matemática. En el Colegio de la Inmaculada, por ejemplo, los alumnos trabajan en biohuertos con pecanas, cítricos y otras plantas, participan en la cosecha de aceitunas y observan todo el proceso hasta la obtención del aceite de oliva. A lo largo de esta experiencia, analizan factores como la salinidad del suelo y el clima local, recolectan y grafican datos, y reflexionan sobre cómo los factores ambientales influyen en la productividad agrícola.


Cuidado de los animales como parte del aprendizaje. Espacios como criaderos o zoológicos educativos permiten a los estudiantes observar la biodiversidad, identificar especies nativas y aprender sobre el equilibrio de los ecosistemas. También refuerzan el respeto hacia todas las formas de vida y despiertan una conexión emocional que fortalece su compromiso ambiental. 

“En el zoológico del colegio, los estudiantes aprenden sobre diversas especies como capibaras, ronsocos, ñus y comprenden conceptos clave como la pirámide alimenticia, la relación entre depredadores y presas, y el rol que cada animal cumple en el ecosistema. También identifican especies en peligro y analizan cómo protegerlas. Más allá del conocimiento teórico, se genera un fuerte vínculo afectivo con los animales, lo que refuerza el respeto y el cuidado por la vida”, comentó el especialista.


Vínculo con la comunidad. Algunos colegios extienden estas prácticas a comunidades cercanas o rurales, donde los estudiantes comparten lo aprendido a través de talleres educativos, fortaleciendo así el enfoque social y solidario de la educación, en coherencia con el actual enfoque de abordar el aspecto ambiental con lo social. Max Carbajal destaca que, en el Colegio de la Inmaculada, alumnos de 3.º y 4.º de secundaria realizan viajes de estudio a regiones como Arequipa, Ayacucho, Cusco y, desde este año, también al Amazonas, donde imparten clases vivenciales de educación ambiental a niños de primaria en escuelas del Proyecto Fe y Alegría, principalmente mediante juegos, dinámicas, cuentacuentos y sesiones integradoras.


Formar hábitos sostenibles. Actividades como separar residuos, cuidar plantas o reducir el consumo de agua pueden incorporarse a la rutina escolar, generando hábitos sostenibles que perduran en el tiempo. El especialista señala que, además de instalar estaciones de reciclaje para residuos orgánicos e inorgánicos, como plástico y papel/cartón, esencialmente, se debería dar prioridad al reciclaje de hojas bond impresas y cuadernos antiguos. Este tipo de papel tiene un mayor valor comercial, lo que permite generar fondos para apoyar acciones sociales o financiar actividades internas del alumnado.


“Con los programas educativos, entre 2011 y 2019 se ha logrado reciclar anualmente hasta 2,624 kilos de papel, cartón, plástico PET y plástico duro. Este esfuerzo nos ha permitido brindar ayuda a comunidades vulnerables. Por ejemplo, con la venta de los productos recolectados en estos tachos, se financia la compra de frazadas elaboradas principalmente a partir de botellas PET.. Frazadas que se han llevado sostenidamente a zonas afectadas por el friaje en Ayacucho. Esto es parte esencial de las posturas ambientales actuales, que buscan involucrar el trabajo social en la toma de decisiones ambientales”, explica el especialista.


Sobre cómo otras instituciones escolares pueden implementar iniciativas medioambientales, el asesor Max Carbajal destaca que no se requiere una gran infraestructura. Lo fundamental, señala, es empezar con acciones simples y concretas: establecer un huerto escolar, implementar rutinas de reciclaje, organizar visitas a espacios naturales o desarrollar proyectos interdisciplinarios. Lo esencial es conectar la teoría con la práctica y fomentar el trabajo en equipo con un propósito compartido.


Desde mediados de los años 80s, con el inicio en la construcción de las Lagunas de Oxidación, la institución viene construyendo un ecosistema sostenible dentro del colegio, integrando huertos, programas de reciclaje, conservación de fauna y tratamiento de agua usado para regar sus extensas áreas verdes. Estas iniciativas no solo fortalecen el compromiso ambiental, sino que también promueven una formación en valores como el respeto, la responsabilidad y la colaboración. Al vincular el cuidado del medio ambiente con el bienestar de otros, los estudiantes desarrollan empatía y una conciencia social más profunda.

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