¿Por qué es clave que los colegios incluyan lo emocional y espiritual en la formación docente?
- AGENCIA LIBA
- 1 ago
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En un contexto donde la calidad educativa exige cada vez más de los docentes, varios colegios del país están ampliando su enfoque de capacitación. Hoy, ya no basta con actualizar metodologías o reforzar conocimientos técnicos. El nuevo reto es formar docentes con propósito, capaces de sostenerse emocional y espiritualmente en su labor diaria.
Javier Rojas Vásquez, Coordinador de Bienestar del Colegio de la Inmaculada, señala que el debate educativo ya no se limita únicamente a metodologías activas o innovación tecnológica. Cada vez hay mayor consenso sobre la necesidad de atender también la dimensión humana del docente.
“No se puede formar en valores si el educador no cuenta con herramientas para reflexionar, gestionar sus emociones y encontrar sentido en lo que hace. Es urgente incorporar recursos que fortalezcan su desarrollo interior, le ayuden a reconectarse con su vocación, afrontar el estrés y transmitir valores con autenticidad”, afirma el Mg. Rojas Vásquez.
Desde esta perspectiva, aclara que la formación espiritual no se limita al ámbito religioso, sino que abarca el desarrollo de la interioridad, la reflexión personal, la ética y el autocuidado. En un contexto marcado por la sobrecarga emocional, los conflictos escolares y el desgaste profesional, este enfoque representa una respuesta concreta y necesaria. Como bien presenta Gardner en su teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia intrapersonal, aquella que lleva al autoconocimiento, a la introspección y al diálogo interior, es fundamental para ir al encuentro de los demás.
En esa línea, Rojas Vásquez comparte una serie de beneficios que conlleva incorporar lo emocional y espiritual en la formación docente, los cuales impactan directamente en los valores que los maestros transmiten a sus estudiantes:
Prevención del burnout y sostenibilidad vocacional: prácticas como la meditación, el discernimiento o los espacios de interioridad permiten a los docentes reconectarse con el sentido profundo de su labor. Al fomentar el autoconocimiento y el equilibrio interior, estas herramientas ayudan a reducir el estrés crónico, prevenir el agotamiento emocional y sostener la vocación a lo largo del tiempo.
Mejor clima escolar y relaciones en el aula: cuando los docentes cultivan su dimensión emocional y espiritual, desarrollan una mayor capacidad de empatía, escucha activa y contención. Esto favorece la construcción de vínculos más auténticos y duraderos con los estudiantes, lo que repercute en un ambiente de aula más armónico, respetuoso y propicio para el aprendizaje. El encuentro se aborda desde el vínculo afectivo y positivo en beneficio de todos los agentes educativos.
Impacto comprobado: diversos estudios, incluidos informes de la UNESCO, muestran que los sistemas educativos que incorporan el bienestar emocional y espiritual en la formación docente experimentan mejoras sostenidas en indicadores clave: clima escolar más positivo, menor rotación del profesorado y mayor calidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Este enfoque integral también favorece la cohesión del equipo docente y una comunidad educativa más sólida.
En el caso del Colegio de la Inmaculada, Javier Rojas Vásquez, manifiesta que los docentes además de capacitarse en innovación pedagógica, también participan de espacios formativos propios de su identidad jesuita, como los Ejercicios Espirituales. Además, aplican modelos inclusivos como el DUA (Diseño Universal para el Aprendizaje), que permiten atender mejor la diversidad del aula.
“Nuestra formación docente articula lo pedagógico con lo espiritual. Los ejercicios ignacianos que realizamos al inicio del año nos ayudan a fortalecer la interioridad y a enseñar con sentido. Es parte de una visión más amplia: formar profesionales con alma”, finaliza el especialista.
Esta apuesta ya no es exclusiva de instituciones religiosas. Cada vez más colegios, públicos y privados, reconocen que educar con calidad también requiere cuidar al educador. En ese camino, la formación espiritual y emocional se posiciona como un eje fundamental para sostener la vocación docente y enriquecer la experiencia educativa.
En tiempos en que los estudiantes no solo buscan contenidos, sino también referentes humanos sólidos, formar maestros con propósito, equilibrio emocional y claridad ética ya no es un lujo, sino una necesidad urgente para el país.
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